Seguidores

lunes, 15 de junio de 2015

Mi última carta de renuncia

Hoy, hace exactamente un año, me atreví a patear el tablero, llenarme de valor y ponerme a redactar lo que hasta el momento ha sido, y espero que siga siendo, la última carta de renuncia a un trabajo.
Mi trabajo me gustaba, no me hacía infeliz, no me levantaba con ninguna nube negra sobre mi cabeza ni odiando mi completa existencia; cosa que si me sucedió antes en diferentes trabajos (por no decir en casi todos) y en niveles de autodestrucción muy distintos. 
Me gustaba lo que hacía, la chamba me quedaba cerca, el horario no era una locura, no ganaba mal... Así que no fue un tablero que patee y luego recogí para destruirlo en mil pedazos que luego me comí hasta no dejar ningún rastro de ellos. Fue un tablero que más que otra cosa, patee quedito, y luego lo colgué por ahí para tenerlo de recuerdo.

Ser independiente es algo que siempre había querido ser, pero que (ahora me doy cuenta) no tenía ni la más puta idea de lo que realmente significaba. Estaba enamorada de las típicas frases cliché y el rollito ese que está tan de moda del ser "realmente feliz, haciendo lo que a uno realmente le gusta..." y todo el refrito de los lunes no son lunes cuando uno hace lo que lo apasiona. 
Pero para lo que si me sirvieron todo esos videitos inspiracionales y memes en facebook, fue para atormentarme lo suficiente cada noche, hasta que un día, luego de muchos días sin poder dormir, llegué a la oficina, prendí mi laptop y muy conchudamente, me tomé 30 minutos de mi horario de trabajo, para informarle a mi jefe, en un word bien formateado, que releí un trillón de veces, que trabajaría hasta quincena de Julio.

Yo no quería saber nada con el mundo, acababa de hacer aquello que tanto miedo me había dado hacer, ¡olvídate! ya estaba todo hecho, a partir de ahora sería REALMENTE FELIZ, porque como dicen los libros, ese primer paso, el más difícil, por fin ya lo había dado. 

Bitch please...

Volverte independiente es la cosa más traumante que puedes experimentar en toda tu vida. No, corrección: Volverte independiente, con un plan de vida mediocre, conformado por 95% sueños cojudos y 5% optimismo de que ahora que eres libre y feliz todo estará bien... Es prácticamente un disparo en la cien. Pues te vas estrellando escalón por escalón con que cada una de esas frases, perfectamente diseñadas para que te las tragues enteritas, son una realidad completamente diferente, donde si eres débil de espíritu o no te gusta dejar tu zona de confort, terminas hecho bolita todas las noches, odiándote a ti mismo y a tu nueva y muy extrema pobreza.

Fue así que el "Quiero manejar mi propio horario, odio el horario de oficina", me hizo darme cuenta de lo haragana que era. Cuando ya no había despertador, ni marcador en la puerta, era yo contra mi misma y mi enorme flojera. Yo contra mi "media horita más" por las mañanas y el clásico "si acabo de renunciar, me tomaré una semanita de vacaciones primero y fijo comienzo con todo en 7 días".
Como ya no había un Jefe, un Directorio, no más Comités... me tuve que dar cuenta de mi propia realidad, que era pésima organizando mi tiempo, en planeamiento de mi propia vida jalaba con 05 y mi capacidad de respuesta frente a las crisis era vergonzosa.
Y sumado a todo esto, exactamente 45 días después de este gran paso y en medio de toda esta lucha interna por retroceder nunca, rendirme jamás... un test de farmacia me dio positivo y me indicaba que la cosa estaba aún más jodida de lo que yo creía y esta vez solo había una forma de proceder: O hacía que esto funcione o hacía que funcione. Punto. No había más.

Y fue así como mi carta de renuncia, que por cierto nunca fue del todo aceptada por mi maravilloso ex Jefe / actual cliente, se convirtió en lo que ahora prácticamente destino la mayoría de mi tiempo y de donde vienen una gran parte de mis ingresos. Desperté a la freelancer que llevaba dentro y me ayudó a conocer habilidades que antes mantenía dormidas porque nada tenían que ver con las chambas que conseguía (donde siempre hacía exactamente lo mismo) y aprendí que tú puedes renunciar a todo por una idea que te enamoró desde un inicio, pero no necesariamente esa va a ser la idea que te va a llevar al éxito, es más, probablemente vas a tener que verla morir cien veces y rediseñarla otras mil, o como me pasó a mi, terminar desarrollando otras que en el camino te apasionaron más y te generaron mayor retribución y terminas entendiendo que la función de esa primera idea era precisamente eso, ser el empujoncito que necesitaste para dar el primer gran paso de lo que ahora es tu nueva vida.

Así que feliz año a mi. A la Carla independiente que casi se pegó un tiro 1500 veces el año pasado y comprendió que un trabajo es mucho más que una eps, una grati y unas utilidades (aunque a veces todavía en Marzo, Julio y Diciembre reconozco que mi corazón se hace pasita). Ahora volteo a ver en los ojitos de mi pequeño bodoque el verdadero significado de la frase "Todo pasa por algo", porque si ese 15 de Julio no hubiese sido mi último día como empleada dependiente, exactamente el próximo Lunes estaría regresando contra mi voluntad a la chamba porque mi dichosa licencia por maternidad ya habría terminado. 












miércoles, 14 de enero de 2015

mea culpa 2015

Mi punto fuerte nunca ha sido ser una buena amiga, hago lo que puedo, pero sé con completa seguridad que podría hacerlo muchísimo mejor. Gracias a Dios, y porque solo él debe pensar que me lo merezco, tengo (y por consecuencia de mis actos) pocos amigos, pero que valen como medio millar y del tipo: A recontra 1 mega VIP con escarchita en los bordes, casi santos, épicos, anormales.
Anormales porque con los años han aprendido a quererme a pesar de mi extraña forma de querer, de mi actitud radioactiva ante el drama, de mis problemas para expresar amor físicamente, de mi sarcasmo y mi filosofía por "dejarte ser" que en verdad cualquier mortal podría interpretarlo como un "me vales 3 madres" pero ellos no, ellos saben leer entre mis conflictivas líneas, saben cuanto los quiero y me esperan justo después de mis puntos aparte.

Hace poco una de ellas me dijo: "mis amigos los puedo contar con los dedos de una mano, tú tienes la suerte que al menos necesitas las dos". Y es verdad, el año pasado estuvo lleno de sorpresas para mi, de esas que son como las olas enormes que a veces se arman cuando estás en el punto medio entre el casi tsunami y la orilla donde está tu mami gritando horrorizada "oooolaaaaaa!". De esas donde así te estés orinando del miedo, sabes que lo único que se tiene que hacer es correr con todo el pique que puedas hacia la ola misma para zambullirte debajo y sobrevivir, sino te agarrará justo cuando estés llegando a la orilla, y te revolcará con todo, llevándose consigo tu triste orgullo y la parte de arriba de tu bikini.
Sorpresas que afrontas o afrontas, asi necesites hacerte bolita unos días para ver cómo le haces.

Mis olas vinieron en mancha, una tras otra, pero lo bacán es que cada vez que tenía que meterme un pique, sentía que se iba sumando gente a mi lado. Unas veces para echarnos porras mutuamente y otras para reirnos por quedarnos semi calatos. Mis amigos son asi, están y saben que siempre estaré ahí para zambullirme con ellos. (Aunque posiblemente antes los haya cancelado con ir a la playa 35mil veces y no contestara mi celular otras 80mil).

Otra cosa que nunca entenderé pero siempre me resultará maravillosa, es que justo esos problemas son los que sirven para desempolvar amigos que creías perdidos, de esos de los que a veces te acuerdas cuando estás tomando y surgen las anécdotas de 5...6 años atrás, o cuando estabas en la universidad y eran como el pan y la mantequilla a tal punto, que tenían que haberles inventado el tórrido romance juvenil. De esos con los que te gastabas todo tu paquete de mensajitos de claro para hablarte mismo whatsapp y hoy, aunque ya no te hables hace cientos de  miles de años (porque el tiempo los alejó lentamente o tú fuiste un asco de amigo), sabes que se irían a la tumba con tus secretos, tus rajes asquerosos y pasarían invictos por una tortura china, antes de confesar tus maldades. 
Él volvió después de casi 6 años, y el único cambio que sentí en nuestra amistad de ahora, es la barba hipster que por fin se decidió a dejarse y el cambio de polos a camisas.

Creo que éste post fuera de ser un mea culpa termino siendo uno de infinito agradecimiento. Para ellas que han estado desde que usábamos ese horroroso uniforme plomo que luego pasó a marrón caca y hoy sé que no me las quitaría de encima ni agarrándolas a golpes. A esos otros que conocí varios años después pero que compensan antiguedad con su maravillosa forma de ser y estar, y los infaltables que vienen con la chamba, que sabes que así te vayas mañana mandando todo al diablo, se irán contigo en espíritu y seguirán igual de juntos aunque ya no haya cubículo sobre el cual mirarse las caras todas las mañanas. 
Y sobretodo gracias a ti, por regresar justo cuando nadie te estaba llamando, pero siempre en el momento que más se te necesitaba.