El día que me botaron de la universidad era día de semana, me había quedado dormida en la tarde y por eso ahora iba a tener que hacer toda la cola hasta que me entregaran mi nota. Esperé como 30 minutos.
Recuerdo que cuando sujeté esas dos hojas de papel bond engrampadas entre mis dedos, todo dentro de mi comenzó a congelarse por default... desde la punta de mis dedos, subiendo hasta mi cabeza y terminando en la punta de mis pies. De repente fue como si un ser superior hubiese presionado MUTE al control que manejaba todo en mi universo y todo comenzó a moverse en SLOW MOTION.
Salí por la puerta que tenía más cerca y fui reduciendo sin darme cuenta el tamano de mi examen con mis dedos hasta volverlas una bolita dura que no entraba en el bolsillo de mi polera. Llamé a mi mamá y le dije que me había sacado 08 (ella ya sabía a cuantos puntos me había quedado de la nota que debía sacarme) y colgué el teléfono. A cada paso que daba sentía que iban cayendo trozos de planes que tenía pensados a futuro, como pedacitos de vidrio luego de un golpe con un bate y podía escucharlos estrellarse contra el pavimento como para hacer más dramática la escena. Para cuando llegué al Mc Donalds del Óvalo ya me había quedado sin panorama a corto, mediano y hasta largo plazo, me había quedado sin nada y no me daban las fuerzas ni para llenar mi vacío con helado de conito sabor combinado. Me puse los audífonos en los oídos y seguí caminando.
Lo que le siguió a esa noche fueron 6 meses saboteadores y un año donde me quedó muy claro el significado de "mal karma". Un tablero de vida destruido a patadas, una Gerenta de Marketing mediocre, muchas latas que patear, una lampa y un gran hoyo donde meterme hasta cubrir mi cabeza. Perdí mi trabajo en una empresa de lubricantes, casi tan prometedora como mi futuro como egresada y me colgué al hombro una deuda con el BCP tan grande, que le dió origen a este blog.
Y una noche, la del 31 de Diciembre del peor y más asqueroso año de mi existencia, la vi clara: Había tocado fondo. Ya no había universidad, no había trabajo, no había novio, no había dinero, no había planes en los cuales fracasar... Oficialmente lo había saboteado todo en mi vida hasta destruirlo por completo, había llegado al punto más profundo de donde jamás a los 24 años se puede llegar y ahora solo había una opción, irme para arriba.
ISIL me salvó la vida y creo que por eso siempre me lleno la boca hablando de ese Instituto. Me tomó un año superar la verguenza ridícula de poner donde estudio ahora en las redes sociales y LinkedIn. Me costó más entender que no había que esquivar sino enfrentar el "Ya terminaste?" y lo que fue mejor y todo gracias a la misma causa: Que me importe un carajo.
Entre esas 12 paredes he conocido a las personas más interesantes de mi vida, gente que me ha enseñado que nada es por casualidad, que un cartón universitario no te asegura el éxito en tu vida aunque sigue y seguirá siendo importante, no define nada. Que el sueño de la empresa propia es más sencillo de lo que se piensa si te lo propones. Ahi conocí a un JuanDiego antisistema que me enseñó que siempre hay borrones y cuentas nuevas cuando el potencial del real emprendedor lo tienes en la esencia y no en un slogan. Un Franco que rompe todo esquema del perfil de un empresario clásico, reciclado también pero de la de Lima y que el primer día que lo conocí me dijo que no volvía ni muerto a estudiar en una universidad, que así está muy bien. Un Jorge Trujillo que me enseñó en un solo curso de instituto lo que nunca me dejaron claro en 6 años de Universidad y un grupo de marketeros que todos los días me recuerdan que asi me boten 100 veces de la misma universidad, nunca podría ser capaz de elegir otra carrera para estudiar y cambiar de profesión.
Hoy comienzo mi último ciclo en ISIL, la semana pasada cumplí 26 y siento que desde el 2011 vivo los mejores días de mi vida. Es cierto esa nota que dice Steve Jobs de que solo se pueden conectar los puntos hacia atrás y siempre se tiene que confiar en que todo te saldrá bien. Por eso gracias por haberme expulsado de un sistema de "solo emprendedores", ese no era mi camino. Gracias Amy por decirme que trabajaría hasta un 31 de Octubre (y disfrutarlo), hoy no tendría al jefe que tengo, ni me dedicaría a lo que ahora hago. Gracias BCP por no perdonarme un centavo, hoy no le tendría el respeto que le tengo a mi tarjeta de crédito. Gracias Steve Jobs, tirano o no, me cambiaste la vida. Y gracias ISIL... literalmente, Yo aprendí haciendo.